Nos encontramos atravesando la
mitad del otoño… es el Samhain cuyo origen es muy antiguo, como fiesta pagana
celta. Una fiesta que a lo largo del siglo pasado se fue convirtiendo en el Halloween,
predominando solo el aspecto denso de ella basado en los miedos y lo tenebroso.
Pero en realidad el Samhain
era una fiesta jovial y hermosa. Porque se celebraba la abertura del portal más
grande al que podemos acceder conscientemente y conectar con los mundos sutiles
que existen más allá de nuestros cinco sentidos físicos. Son unas fechas donde
los velos entre mundos visibles y no visibles languidecen, o disipan casi
completamente, permitiéndonos un acceso más íntimo y consciente a las
realidades sutiles que nos rodean. Sean estos de frecuencias elevadas o densas.
Porque seamos conscientes o
no, no estamos solos. Ni el mundo que ven y perciben nuestros sentidos es el
único que existe. Sino que existe una miríada de realidades alternativas,
algunas de frecuencias elevadas y otras menos, que coexisten con nosotros y con
nuestro entorno.
Durante estos días podemos
invocar más fácilmente a los seres de luz que nos acompañan y percibirles con
mayor claridad. También podemos aprovechar para sanar más profundamente nuestro
corazón y nuestro cuerpo, eliminando emociones y creencias que nos atrapan y
bloquean, impidiéndonos avanzar y evolucionar.
Son días de gozo y alegría,
de danza a la Vida y a la Madre Tierra…
Porque la energía del otoño
da un paso más, adentrándose más profundamente en su esencia, y acercándola a
todos nosotros para que nos toque, jugué con nuestro cuerpo y nuestra alma,
para que ondulándose y danzando, penetre nuestro cuerpo deslizándose hacia toda
y cada una de nuestras células, para impregnarlas de su sabiduría y de los
mensajes que nos trae.
A lo largo de estos días, el otoño
se riza un poco más, se curva y gira en su propia espiral hermosa y danzarina
para atraernos a él. Se vuelve más magnético y menos eléctrico. Se vuelve más
femenino y menos masculino. Porque transmuta las energías masculinas,
imperantes hasta ahora, en femeninas ayudado por la luna que se desliza por su
periodo menguante para llegar a la luna nueva a principios de noviembre… el
calor se transforma en frío, el día en la noche, lo activo en pasivo, las
energías dadoras en receptivas…
Y del mismo modo, penetra
silenciosamente en todos los seres vivos acompañándolos en esta transformación
interior de yang a yin… en las plantas y los árboles, en los ríos y las montañas,
y en todos los animales, invitándonos a desprendernos de todo aquello que ya no
es necesario para nosotros.
Esta energía juguetona nos
trae lluvias y frío… nos dice que usemos el agua para limpiar el cuerpo y
desintoxicarlo de todas las toxinas que le impiden funcionar adecuadamente, de
todas las toxinas que le impiden abrirse más a la Vida. Pero también podemos
visualizar el agua para limpiar nuestras emociones. Y así, como el agua,
precioso fluido de vida, deslizarnos más fácilmente por la vida. Con menos miedos
y con el corazón abierto, mientras aprendemos y evolucionamos. El agua nos
invita a conectar con nuestros propios fluidos corporales y emocionales. A conectar
con la sangre, la linfa y resto de líquidos del cuerpo. Y desintoxicarlos para
devenir más ligeros y alegres, más sanos y valientes. Y a que nuestra sangre
corra por nuestro cuerpo igual que los ríos corren y se deslizan salvando
cualquier obstáculo que encuentran… nos invita a Ser Vida y fluir por la Vida.
Pero el otoño nos trae más
sabiduría…
E igual como los árboles
pierden las hojas, con su humilde actitud de desprendimiento, nos invitan a
desprendernos de todo aquello que no es necesario para nosotros, sea
pertenencias físicas, relaciones innecesarias, o apegos o creencias concretas. Y
a hacerlo sin miedo a perder. Porque no perdemos, sino que nos reciclamos.
Pero no os penséis que el
otoño se trata solo de caída de las hojas y lluvias más o menos abundantes.
Porque a medida que los
árboles y las plantas van perdiendo sus hojas y flores, se recogen… recogen su
energía hacia dentro y la llevan hacia la tierra para enraizarse más, y
conectar más con la Madre Tierra… para abrazarla tiernamente con sus raíces que
se van extendiendo más y más y transmitirle mensajes de amor por su inestimable
ayuda y apoyo. Por su capacidad infinita de nutrir. Y ayudadas por ciertos
hongos, las raíces de los distintos árboles del bosque se conectan mejor entre
ellos, para hablar y comunicarse. Y así transmitirse mensajes y saber en todo
momento cómo están y si alguno necesita ayuda o apoyo en algo.
E igual como los árboles se
recogen y llevan su energía hacia la Madre Tierra, así es bueno que también lo
hagamos nosotros… que dentro del ritmo trepidante de vida que llevamos, nos paremos
un rato cada día, o cada dos días. Y respirando profundamente 3-4 veces,
pongamos la intención de recogernos, de llevar nuestra energía hacia los pies y
hacia la Tierra… que nos enraicemos, desde el corazón, como si fuéramos un
árbol hermoso y magnifico. De esta forma, la Tierra nos sustentará mejor a
medida que el frío se haga más intenso. Y nos podremos preparar para la llegada
de la próxima primavera, florecer y dar fruto… nuestro fruto… nuestra
creatividad que se habrá ido gestando en nuestro interior a lo largo del
invierno. Como también nos habremos ido fortaleciendo y aprendiendo cada día un
poco más, aumentando nuestra sabiduría.
Ya que es muy importante
fortalecer nuestra alma y nuestro cuerpo.
Y este otoño nos invita a
conectar mucho más el alma y el cuerpo, a unirlos amorosamente. Para que el
cuerpo pueda ser el hermoso Templo del Alma. Un templo único y magnífico que
nos representa a cada uno de nosotros. Que representa a cada ser vivo en toda
su plenitud.
A medida que las hojas
cambian de color y se desprenden dulcemente de las ramas…
A medida que el viento silba
a nuestro alrededor, trayéndonos mensajes codificados que solo nuestro corazón
y nuestra alma son capaces de interpretar…
A medida que el frío va
penetrando más y más…
Un nuevo Gran Ciclo de Vida
está empezando y tomando forma… un ciclo que nos pide recuperar la responsabilidad
de nuestras vidas y de nuestros cuerpos. De recuperar las riendas y ser
co-creadores conscientes de toda vida alrededor y de nuestro cuerpo. Porque el
invierno entra fuerte, con un eclipse de sol y uno de luna a principios de
enero. Y con una lluvia de energías cósmicas más intensa que nos invita y nos
empuja amablemente a abrir nuestra conciencia y nuestro corazón. Porque nos
recuerda que somos mucho más de lo que hemos sido durante los últimos 7000 años
de historia. Y ahora es el momento de comenzar a recuperarlo…
Pero para ello, debemos
volver nuestra mirada a la Madre Tierra y a nuestro cuerpo… a amarlo tal y como
es… a aprender a cuidarlo y sanarlo conectando con la naturaleza y todas las
bondades que nos ofrece. Porque ella tiene la respuesta a todas nuestras enfermedades,
inquietudes y malestares.
Ella nos dice que todos
llevamos un pequeño chamán en nuestro interior. Y que, si queremos, lo podemos
despertar poco a poco, día a día. Y aprender a conectar con los pequeños ciclos
lunares y los grandes ciclos solares. A conectar con la Tierra, los planetas y
las estrellas. Y con ello, conectar más con nuestro cuerpo y con la naturaleza
para comprometernos con ella y cuidarla y valorarla por lo que realmente es: un
gran ser vivo con conciencia que está aquí a nuestro lado para cuidarnos y
nutrirnos…
Todos tenemos, en nuestro interior,
energía de los árboles y las plantas, de los ríos y las montañas, de los
océanos y los valles, como también de los animales. Pero para descubrirlo, debemos
predisponernos a ello y abrir el corazón con humildad para acoger el amor que
la naturaleza, la Tierra y los cielos nos ofrecen…
Y este otoño es un buen
momento para empezar…