Desde hace unos pocos
meses, cual ráfagas amorosas de viento suave que penetran mi corazón
susurrándome mensajes, conecto con la necesidad imperiosa de reconectar con los
elementos… a través de cada estación del año, conecto más profundamente con el
elemento propio de la estación, con aquello que nos transmite, cómo se
despliega y se manifiesta en nuestras vidas y a través de la Naturaleza y del
cuerpo.
Y también, cuando parece
que una estación finaliza pero aún no empieza la siguiente porque el equinoccio
o solsticio correspondiente aún no ha llegado, siento como vivimos un periodo
don del éter se hace más presente y sublime. Un elemento que no se considera
elemento. Que se sitúa más allá de ellos, como si fuera expresión de la
antimateria y, al mismo tiempo, la base donde se sustenta el proceso creativo
mismo, viviéndolo como creación de vida, transformación, muerte y renacimiento…
viviéndolo como un pequeño ciclo que contiene los grandes ciclos transformadores
de la Vida, de la Tierra y de la Humanidad en sí mismo. Y donde nos da un
espacio-tiempo dentro de un no espacio-no tiempo para que podamos reflexionar y
comprometernos, o no, en sanar y contribuir a re-crear el mundo tal y como lo
conocemos en estos momentos. Para que nos responsabilicemos de nosotros mismos,
y despertemos y conectemos con nuestro potencial creativo para usarlo en
beneficio, no tan solo nuestro, sino de todos los seres vivos.
Porque el Fuego sin un
espacio donde propagarse no podría moverse…
Porque el Fuego sin
viento que lo impulse y traslade no podría moverse…
Diciéndonos que nuestro
Espíritu, sin nuestra Alma, no podría propagarse y desplegar su Sabiduría
Amorosa y su Conocimiento de Luz.
Porque nuestro cuerpo
sin la respiración no podría inspirar la Esencia de nuestra Diosa Interior ni
expirarla alrededor. La Tierra sin el Aire no podría pulsar, manifestarse y
desplegar su Sabiduría innata.
Y el Agua sin la Tierra
no podría crear la vida física tal y como la conocemos.
Todos los seres vivos
estamos hechos de los 4 elementos… todos somos Uno, independientemente de la
forma de nuestro cuerpo físico. Y todos estamos íntimamente conectados formando
parte de un Gran Cuerpo hermoso y precioso de Luz y Amor. O de una Gran Matriz,
donde la Madre Tierra es la portadora y sustentadora de esa Matriz Primordial.
Desde las hormigas a los
elefantes y las secoyas, todos somos Uno y cada ser nos muestra, o espeja, un
aspecto de nosotros, de quienes somos.
Puede que sea por ello,
que los elementos me hablan cada vez de forma más directa e imperiosa. Me urgen
a conectar con ellos, a recuperarlos como nuestros ancestros más lejanos
portadores de la Llama de Luz que enciende nuestros corazones y crea la vida en
la Tierra.
Ellos no quieren que los
separemos, escindamos ni diseccionemos como haríamos con un cuerpo en un
laboratorio. No quieren que los veamos como distintos entre ellos ni alejados
entre sí. Sino como parte de una unidad indivisible donde la esencia de uno
penetra sutilmente la esencia de lo demás, impulsándolos y sosteniéndolos en el
devenir de la creación.
Nos recuerdan que son
una unidad dentro de la diversidad. Igual como los seres humanos y todos los
seres vivos aquí en la Tierra. Y es esta unidad indivisible que se despliega en
forma de 4 expresiones aparentemente distintas, que nos sostiene en nuestro
devenir, nos crea y nos ayuda a transformarnos, a recrearnos y adaptarnos a los
cambios sin perder la Esencia de la que ellos son parte integrante y original.
Ellos unen nuestra parte
eterna y temporal, manteniendo e impulsando los ciclos de los tiempos en nuestro
interior y alrededor. Son parte de nuestra Esencia Primordial y de nuestro yo
temporal, cambiante y perecedero con cada inspiración y expiración, aunque
pensemos que no es así y nos agarremos a pensamientos y creencias que consideramos
que son “yo”. Pero tan solo son manifestaciones del Aire, de nuestra mente. Y como
tal, acabarán disolviéndose para generar otras nuevas que den soporte a nuevas
conciencias, sean nuestras o de seres aún por llegar.
Porque nos encontramos
en unos momentos liminales, de cambio. Donde el pasado no existe como tal ya
que no se repetirá tal y como lo conocemos, pero el futuro tampoco. Y solo hay
el presente como tiempo precioso y único donde residen todas las posibilidades creativas
para transformar el pasado y crear un futuro sostenible y con paz, salud y
bienestar.
Y es en estos momentos
únicos cuando nuestro corazón puede abrirse más fácilmente para recuperar su
pasado precioso… para recuperar la memoria de nuestras ancestras y ancestros
que portaron la antorcha de Luz a lo largo de sus vidas para mantener viva la
llama y que no se apagara a pesar de la densidad de las sociedades. Recuperar
la memoria y traerla, aquí y ahora, a nuestro Ser y a nuestro corazón. Para
hacerla nuestra, ya que somos sus descendientes. Ellos nos piden con urgencia
que tomemos esa antorcha, que iluminemos la humanidad con la Luz que somos
capaces de portar. Porque ahora es el momento.
Y tras ellos,
acompañándoles y respaldándoles, hay los elementos… el Fuego, el Aire, el Agua
y la Tierra portadores primigenios de la Luz del Universo. Una Luz que quiere
verterse en nuestros corazones y en nuestro Ser para que continuemos su tarea.
La tarea del mismo Cosmos de ser portador y propagador de la Luz de la Vida y
de la Creación, de la Luz de la Paz y la Salud a través de la compasión, la
humildad y la empatía. Porque somos ese Cosmos… somos esos elementos
primordiales más allá de la personalidad física actual. Y más allá de todo ego,
encontramos un Ser exquisito y hermoso repleto de Luz y Amor por dar y ofrecer
a la humanidad entera. Ese Ser somos todos y cada uno de nosotros… un Ser que
podemos descubrir si estamos dispuestos a sanar, a ir más allá de nuestras
limitaciones debido a creencias e ideas que han ido pasando de generación en
generación, e ir más allá de las emociones basadas en el miedo, la culpa y el
“no merezco”.
El Fuego nos pide que
encendamos la llama de nuestro Fuego interior.
El Aire nos pide que
encendamos la llama que aviva nuestra alma y nuestra mente, más allá de la
mente racional.
El Agua nos pide que
encendamos la llama para desintoxicar nuestras aguas interiores y emociones, y
recuperar nuestra creatividad y pasión por la Vida.
Y la Tierra nos pide que
encendamos la llama que aviva nuestro cuerpo, su energía vital, su capacidad de
regeneración y curación, que lo abre a la Vida y que nos recuerda que somos
Vida.
Estas palabras las escribí hace unos meses como introducción a mi curso "Los 4 elementos y el lenguaje de la Naturaleza" disponible para realizar on-line. Pero considero que son tan actuales como meses atrás, o puede que más aún.
¡Qué tengáis un día lleno de Amor y Luz!